Seminario de CLAR: La trata de personas pierde visibilidad en América Latina, pero religiosas intensifican su ayuda a las víctimas

CIUDAD DE GUATEMALA (OSV News) -- Eran historias que a cualquiera le resultaba difícil escuchar, y mucho más hablar de ellas. Pero algunas de las religiosas presentes en la sala ya se habían enfrentado cara a cara con la trata de personas y habían oído historias similares.

Los dos ponentes de un seminario contra la trata de personas (un hombre y una mujer) les contaron a las hermanas cómo un amor que salió mal desembocó en una pesadilla.

En el caso del hombre, se trataba de una esposa que había mostrado un comportamiento extraño. Más tarde descubrió que ella había estado ofreciendo a sus hijas a hombres para que abusaran sexualmente de ellas.

En el caso de la mujer, fue la historia de un hombre que le dijo que la amaba, la alejó de su familia a una edad temprana y luego la convirtió en trabajadora sexual, amenazándola con llevarse a su hijo si dejaba de trabajar.

Ellos pusieron rostro a la realidad que las religiosas -- junto con otras personas que asistieron al seminario celebrado del 18 al 20 de agosto en Ciudad de Guatemala -- se dieron cita para combatir. El evento, organizado por la Confederación de Religiosas de América Latina y el Caribe (CLAR), forma parte de las iniciativas mundiales contra la trata de personas que llevan a cabo las religiosas católicas.

Las hermanas de toda América Latina (reunidas en persona por primera vez desde la pandemia del coronavirus) empezaron a compartir experiencias, aprender más sobre el tema y colaborar en la lucha contra la trata.

Al igual que otros grupos que reúnen a religiosas de todo el mundo para luchar por la justicia social, la vida consagrada en América Latina tiene también una misión en lo que se refiere a la trata de personas, señaló la hermana Daniela Cannavina, secretaria general de la CLAR, que calificó el fenómeno de "profunda violencia sobre el cuerpo de la humanidad".

"Esta es nuestra misión y este es nuestro momento: cuidar la vida, servir a la vida y defender la vida", afirmó la hermana Daniela, religiosa de las Hermanas Capuchinas de la Madre Rubatto, al grupo en el que se encontraban miembros de Brasil, El Salvador, México y Chile.

Algunos participantes hablaron del contacto directo que han tenido con víctimas y supervivientes a menudo en regiones aisladas, como ciudades mineras y agrícolas sudamericanas o rutas migratorias muy transitadas (por ejemplo, la frontera entre Estados Unidos y México y el Tapón del Darién) que se han convertido cada vez más en imanes para la trata de personas.

Lizbeth Gramajo Bauer, antropóloga de la Red Jesuita con Migrantes en Centroamérica, le explicó al grupo que las probabilidades de convertirse en víctima aumentan en épocas de grandes migraciones, como las que viven ahora América Latina y el Caribe. Esto se debe a que, en su desesperación, la gente a menudo recurre a contrabandistas para que les lleven a donde quieren ir, ya sea de forma legal o no.

En ese mundo oculto, si son violadas, golpeadas, secuestradas u obligadas por delincuentes a hacer algo que no quieren, sienten que no pueden acudir a las autoridades en busca de ayuda por carecer de capacidad legal, dijo Gramajo y añadió que de este modo, la migración irregular y la trata de personas se convierten en problemas paralelos que van de la mano.

En pequeños grupos, las hermanas -- así como los religiosos y laicos que las acompañaban en la sala -- se reunieron para hablar de situaciones que habían visto u oído, y se confiaron unas a otras lo que les quitaba el sueño: mujeres migrantes a las que se administra una píldora para evitar la implantación del feto en caso de que se queden embarazadas al ser violadas; la reticencia de las víctimas de delitos a ponerse en contacto con las autoridades porque no tienen permiso legal para estar en los países por los que viajan; gobiernos que no tienen interés en solucionar los problemas para mantener a los ciudadanos en sus países de origen porque dependen de las remesas (el dinero que los migrantes envían a casa) para apuntalar las arcas de un país.

El tráfico es un crimen bien organizado, de arriba abajo, comentó la hermana Verónica Cortez Méndez, una carmelita misionera de San José de Costa Rica. Lamentó